Participando en el CMUDE
17 de julio de 2019Estudio y formación Brillar
Cientos de universitarios de todo el mundo compiten estos días en Lima para ver quién es la pareja que mejor debate en lengua española. Por segundo año consecutivo, el club de debate Aquinas-Roncalli envía una representación a la competición. En concreto, Ricardo Buitrago, colegial de nuestro Mayor, junto con Inés García, colegiala del Roncalli, vuelven a intentar el asalto al campeonato.
El también colegial Manuel Maseda acude este año, pero no en calidad de competidor, sino como uno de los jueces; suya será la responsabilidad de evaluar quiénes dan mejores argumentos a las preguntas planteadas.
La inauguración tuvo lugar ayer, día 16 de julio, y el campeonato continuará hasta el día 23 de este mes. El camino para llegar a competir a este nivel no es fácil. Pero las experiencias que se obtienen aprendiendo a defender las ideas con argumentos es un aprendizaje valioso. Por eso, a continuación os dejamos con el testimonio de Ricardo Buitrago, que lleva tres años debatiendo en nuestro Mayor.
El debate como actividad universitaria
Ricardo Buitrago Ruiz estudia matemáticas y física en la Universidad Complutense de Madrid y vive en el Colegio Mayor Aquinas. Participó el verano pasado en el CMUDE y este año repite, además ha llegado durante tres años consecutivos a la fase final del Torneo Nacional de Debate de Colegios Mayores. Esta es su experiencia y sus reflexiones sobre la importancia de debatir.
Es innegable que el pensamiento crítico y saber hablar en público son dos competencias que todo universitario debe tener. Saber cuándo uno tiene razón, y convencer a los demás de que efectivamente tiene razón, no son tareas fáciles. Y menos aún cuando los demás también quieren probar que tienen razón. A raíz de este problema, surge la actividad de debate. Siendo colegial del Aquinas, he tenido la oportunidad de involucrarme en el Club de Debate del Colegio Mayor, en el cual llevo formándome ya tres años. Además, soy estudiante del grado Matemáticas y Física en la UCM, lo que a muchos les puede resultar confuso. Precisamente por ello, en este artículo explicaré qué es lo que hacemos en debate y por qué creo que es una actividad imprescindible para cualquier universitario, independientemente de la carrera que estudie.
Comencemos con cómo funciona la actividad. Todos los miércoles nos reunimos para recibir clases de nuestro formador, Javier de la Puerta. El objetivo de la actividad es muy claro: cómo conseguir convencer a los demás de que algo que nosotros pensamos es cierto y relevante. Para ello, dividimos las clases en teoría y práctica. En la teoría estudiamos cómo se puede probar que algo es cierto, qué partes debe tener un argumento y cómo elaborarlo de forma que resulte relevante. En la práctica, aplicamos estos conocimientos realizando debates y exposiciones en clase.
Pero este sólo es el primer paso de la actividad. Casi todos los fines de semana, muchas universidades y algunos colegios mayores, como el nuestro, organizan torneos de debate. En ellos nos reunimos jóvenes de todas partes de España y debatimos entre nosotros, con un juez proporcionado por la organización y que se encarga de examinar el debate. El ganador del debate lo decide en juez en base a criterios objetivos, explicándonos en un feedback la razón de este resultado.
He participado en más de veinte torneos de debate, y puedo asegurar que el crecimiento personal y académico en los mismos es increíble. He tenido que debatir sobre temas de los que antes no había ni oído hablar, como por ejemplo las elecciones de Brasil con Bolsonaro o si Puerto Rico debiera independizarse de Estados Unidos. Pero lo mejor es la gran cantidad de gente que llegas a conocer en los torneos. Siempre encuentras a alguien nuevo y te reúnes con las personas que ya has ido conociendo, por lo que acabamos siendo como una gran familia.
Así es cómo funciona el debate. Vayamos ahora a por qué es tan importante. Cuando uno no discute con los demás sobre sus ideas, corre el riesgo de creer que siempre tiene razón. Si no compartimos lo que pensamos, nuestras ideas quedan aisladas, y es imposible saber si de verdad están fundamentadas, o son meros sesgos ideológicos. El debate es la herramienta que nos permite salir de nuestra burbuja para contrastar nuestras ideas con las de los demás. Además, en la actividad se te exige que defiendas una determinada postura, independientemente de la ideología u opinión personal. En los debates académicos se preparan argumentos tanto a favor como en contra de una determinada pregunta. Por ello, se acaba desarrollando una capacidad de entender y defender, mediante razonamientos y evidencias, las dos posturas de todos los temas controvertidos.
Pero no sólo hace falta tener razón. De nuevo, si uno no sabe expresarse correctamente, corre el riesgo de no convencer a nadie, por lo que hace falta aprender a transmitir ideas, de forma clara y concisa, para lograr persuadir a quienes nos escuchan. Y vuelve a ser el debate la actividad que nos proporciona esto.
Y es que, en realidad, el debate no sólo sirve para hablar de Brasil y Puerto Rico, sino que sirve para todo. Al final se reduce a lo siguiente: tú tienes una idea y quieres convencer a alguien de que es cierta y más relevante que cualquier otra. A esta situación nos enfrentamos constantemente en la vida: ya sea en una entrevista de trabajo, o a la hora de realizar un proyecto en una empresa, o a la hora de convencer a un grupo de personas de que la mejor opción es la que tú propones. Este ejercicio teórico que hacemos en debate nos sirve para aprender a vender ideas, ya sea sobre relaciones internacionales o sobre por qué somos la mejor opción para nuestro empleador.
Por último, quisiera explicar desde mi experiencia por qué el debate es tan importante para la sociedad. Antes de empezar las clases, la visión que tenía de él era como una actividad en la que aprendías a hablar en público y a ganar discusiones. Pensaba que se trataba negar sistemáticamente que tu oponente tenga razón e imponer tus ideas sobre las suyas. Esta probablemente es la imagen que se tenga desde fuera. Sin embargo, al comenzar la actividad, pronto vi que iba mucho más allá.
Lo primero que descubrí sobre el debate es que es una herramienta para comprobar si un discurso es razonado, o simplemente son afirmaciones encadenadas. Esto es muy importante porque, por desgracia, los discursos que dominan el espacio público distan bastante de argumentar una postura a partir un análisis detallado y sofisticado de la realidad. Por el contrario, tienden a ser simplemente asertivos, afirmaciones que pueden parecer ciertas debido a los sesgos ideológicos de cada uno, pero que en realidad no se basan en la lógica y la razón.
Una vez me di cuenta de lo difícil que es argumentar algo sin caer en la demagogia y la afirmación sin análisis, empecé a plantearme si mis ideas sobre la realidad están verdaderamente fundadas. De nuevo, el debate me enseñó a distinguir entre lo que son sesgos ideológicos y lo que de verdad era capaz de argumentar. Y, en este proceso, tuve que aceptar que en casi todos los temas que se debaten (economía, política, sociedad…), no había una postura aplastante sobre la otra. Las dos se podían defender razonadamente y, por mucho que me esforzase en refutarlas, era innegable que ambas tenían perjuicios y beneficios.
Como consecuencia, el debate acabó produciendo en mí una actitud más humilde. Ya no se trataba de convencer a los demás de mis opiniones y negar categóricamente todo lo que argumentaba el otro. En un debate de verdad, sobre cualquier tema polémico que se os pueda ocurrir, hay argumentos que son ciertos en ambas posturas: razones por las cuales cada postura era buena.
La conclusión última a la que llegué es que un buen debatiente no trata de negar la realidad, es decir, no trata de refutar hasta la última palabra de lo que dice el contrario. Porque en toda discusión polémica hay cosas que son verdad. Debatir, en realidad, se trata de entender lo que dice el otro, y tratar de explicar por qué lo que dices tú es más relevante, o tiene beneficios más claros para la sociedad. No es un ejercicio de negación, sino de comprensión y comparación.
Sin embargo, a lo que estamos acostumbrados hoy en día en el debate público es a una negación absoluta de todo lo que sea contrario a mis ideas. Esto resulta especialmente peligroso en la política: debemos exigir que nuestros políticos sean razonables y coherentes, y que no desprestigien inmediatamente todo lo que salga de la boca del que tiene una ideología contraria. Y la mejor forma de conseguirlo, es empezar a hacerlo nosotros mismos.
En definitiva, el debate es una herramienta imprescindible para cualquier estudiante. No es sólo saber hablar en público o saber imponer tus ideas frente a los demás; es una forma de crecer intelectualmente. De razonar por qué lo que pensamos tiene sentido, y saber convencer a los demás de ello, sin la necesidad de desprestigiar y negar al que piensa diferente.